Los españoles nos hemos criado con la manía de que somos siempre la peor de las naciones, la más cutre y ramplona, al menos de Europa, y que nada bueno puede venir de nosotros y nosotras mismas. No sé por qué, pero es así. Esta curiosa manía antichovinista se ha extendido, no podía ser menos, a la forma en que nuestro gobierno ha afrontado la pandemia de coronavirus. Se está propagando la idea infundada de que aquí crece la enfermedad de forma especialmente descontrolada, no como en otros países. En parte por la inutilidad de los gobernantes y en parte por la falta de disciplina de la población. La siempre desleal y antipatriótica derecha de este país, que cuando le ha hecho falta no ha dudado en masacrar a su propio pueblo, no podía ser menos. Cuando más necesaria es la unidad, se ha lanzado al cuello del gobierno, acusándolos poco menos que de culpables de la expansión de la enfermedad por no actuar a tiempo y por falta de previsión. Pues bien: no es cierto. Ojalá lo fuera. Ojalá fue
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