El terremoto electoral tiene dos claras señas de identidad: la
reacción ciudadana contra la corrupción y las oportunidades abiertas
para nuevas fuerzas por el desgaste de los partidos surgidos de la
transición. Pero las elecciones pasan y al día siguiente, sean nuevos o
antiguos, tienen que gobernar. Y no sólo en materia de corrupción, sino
en todo lo demás.
Yo defiendo que más que nunca, la política y el gobierno son una
cuestión de clase. Que sí. Que hay diferencias en materia de compromisos
contra la corrupción y sobre todo en el patrimonio de honestidad
política probada con la que cada fuerza política llega a los
ayuntamientos. Pero sobre todo, que es el momento de conocer qué
representa cada partido ante la creciente desigualdad social y económica
de nuestro país.
Vivimos un tiempo que queda caracterizado por el florecimiento de
casas de empeño por doquier en las calles de nuestros barrios. No hay
más perfecto testimonio del grado de desesperación y empobrecimiento de
millones de familias. ¿Qué representa el cambio para esta gente? Porque
no es lo mismo tomar decisiones de gobierno que beneficien a los que más
tienen y que cada día más ganan y pueden que tener en el frontispicio
de la gestión cotidiana a quienes están sufriendo este periodo de
acumulación sin precedentes denominado, simplistamente "crisis". Al
final, gobernar es cuestión de clase.
Por lo pronto, en Andalucía, el PSOE ha preferido como socio a
Ciudadanos para sustituir al cogobierno con IU. Y el cambio no es
trivial. Quedan postergadas al cajón de los juguetes rotos cosas como
las leyes para crear una banca pública en Andalucía, la aspiración de un
banco de tierras para los parados del campo, la ley antidesahucios y
los planes de choque contra el desempleo. En su lugar, la agrupación
naranja se ha preocupado muy mucho de introducir un compromiso para
rebajar entre dos y tres puntos el tramo autonómico del IRPF... mejora
en sus ingresos para los más pudientes, que pagarán menos impuestos y a
cambio, merma de la ya de por sí escasa capacidad de autofinanciación de
Andalucía. Cuando el año que viene falte dinero para alguna importante
inversión o servicio público, acuérdense de esta rebaja a los más
acomodados que han impuesto los de Albert y que Susana ha acatado. Aquí
una clase gana y otra pierde.
También los Ayuntamientos son escenario de la lucha de clases. Por
mucho que una destacada dirigente, hoy concejala, me dijera en la
precampaña que "que los autobuses lleguen puntuales no es ni de
izquierdas ni de derechas". Lo siento mucho. Discrepo. La izquierda es
obtener más derechos, bienestar y servicios para la clase trabajadora. Y
sí. Es de izquierdas que los autobuses lleguen puntuales (o que
simplemente lleguen); que abran las bibliotecas (a veces simplemente que
haya bibliotecas); que los servicios públicos no sean objeto de
negocios privados; que se cuiden los parques del polígono de Almanjayar
como se cuida el García Lorca o que se gaste más en ayudar al pequeño
comercio que crea empleo que en apoyar con chanchullos a las grandes
superficies que lo destruyen.
Al final, gobernar es cuestión de clase y ahora es momento de ver con qué clase está cada cual.
Publicado en elindependientedegranada.es
Comentarios
Publicar un comentario