Plan andaluz de soberanía energética

Andalucía padece un modelo energético anticuado, ineficiente, ruinoso para nuestra economía y dependiente. Para colmo, la generación de energía renovable en nuestra comunidad se encuentra en pleno retroceso, por mucho que la propaganda del régimen susanista se empeñe en transmitir lo contrario.

Para Izquierda Unida, el cambio de modelo energético forma parte del tronco central del cambio de modelo productivo que requiere Andalucía.

Andalucía, en primer lugar, no ha sido capaz hasta ahora de despegarse de un modelo económico muy intenso en consumo energético, pero que, además, cada vez es menos eficiente. Así, la intensidad energética primaria (consumo de energía por cada millón de euros de producto interior bruto) de Andalucía, se encuentra estancada en los mismos parámetros que antes de la crisis, en el año 2000, pero este consumo de energía primaria se realiza para alcanzar un consumo de energía final que es un 15% menos intenso que el que realizábamos en aquel año. Es decir: que consumimos energía con la misma intensidad para satisfacer una demanda un 15% menos intensa.

Ese consumo energético es, además, muy contaminante, pues Andalucía basa el 81% de toda la energía que consumimos en los combustibles fósiles: un 16,1% en carbón; 44.1% en petróleo y sus derivados y un 20.9% en gas natural, que nos dice la propaganda que es muy limpio, pero que libera gases de efecto invernadero como cualquier otro combustible fósil. La imagen de la Andalucía renovable con sus molinitos de viento y sus placas solares sólo sirve para los prospectos electorales. La emisión de gases de efecto invernadero ha vuelto a crecer el año pasado, tan pronto ha vuelto a crecer el PIB, y el incumplimiento de los compromisos del protocolo de Kyoto ya ni es noticia por lo habitual.

Es, además, un modelo dependiente, pues Andalucía sólo es capaz de producir el 17% de toda la energía que consumimos. Tenemos que comprar en el exterior de nuestra comunidad petróleo, carbón, gas y hasta electricidad para satisfacer más de uno de cada 5 de los kilovatios que consumimos. Una decisión económica o política ajena a nuestro control, podría condenarnos a una crisis energética sobrevenida por desabastecimiento de efectos catastróficos.

Lógicamente, esta dependencia material supone un quebranto económico considerable. Cada año, los andaluces dedicamos más de 10.000 millones de Euros a comprar energía fuera de nuestra comunidad. Es una cantidad que representa el 7% del PIB andaluz; equivalente a un tercio de todo el presupuesto de la Junta de Andalucía y más del doble del gasto en educación pública. Todo ese dinero desaparece cada año de nuestra tierra sólo porque mantenemos este modelo energético obsoleto, dependiente, contaminante y ruinoso.

La respuesta lógica a esta situación sería un plan de soberanía energética para Andalucía, planificado y financiado desde los poderes públicos y que permitiera en un plazo razonable (¿10 años?) revertir esta situación.

Pero no es eso lo que está haciendo el gobierno andaluz. En el sector residencial, responsable del 16% de consumo de energía, las únicas medidas serias que se han puesto en marcha para la reducción del consumo energético, datan del breve periodo en que IU fue responsable de la Consejería de Fomento y Vivienda. En la actualidad, esos planes están parados o abandonados. En materia de transporte, el sector que devora el 37.3% del consumo energético, se ha paralizado la Ley Andaluza de movilidad sostenible, planteada también por IU y que aborda desde la reducción de demanda de movilidad al fomento del transporte público o no motorizado.

Las ayudas a la generación renovable, al autoconsumo o a la micro generación municipal, cooperativa o social, no existen. Ni se las espera con este PSOE tan liberal en el gobierno. En lugar de eso, se deja que la mano del mercado lo resuelva todo. Y esa mano, con Rajoy el consentido meciendo la cuna desde Madrid, no hace sino favorecer el desmantelamiento de la generación renovable. Así, en Andalucía, hemos retrocedido en los dos últimos años más de un 10% en generación de energía renovable desde el máximo alcanzado en 2013 y el cierre del año 2016 probablemente se acerque a la cifra alcanzada en 2011.

¿Qué es un plan de soberanía energética para Andalucía?

Es, ante todo, un gran pacto político y social por un cambio de modelo. No podemos seguir haciendo las cosas como hasta ahora. Tienen que cambiar planteamientos relacionados con la generación, distribución y consumo de energía, pero también con el urbanismo y el transporte, la forma de construir y, en gran medida, la forma de consumir no sólo energía.

Algunos elementos clave:
  • Adopción del modelo de generación-consumo distribuidos (smart grid energética)
  • Fomento activo a la micro generación y a la generación social (municipal, cooperativa, etc.)
  • Planificación de grandes instalaciones renovables (eólicas, termosolares, fotovoltaicas) con reserva para la titularidad pública de los emplazamientos privilegiados  de excepcional rendimiento, que deben considerarse patrimonio andaluz.
  • Planificación de inversiones para el transporte sostenible con prioridad al ferrocarril y cercanías, red de centros logísticos y red ciclista.
  • Programa de reducción del consumo energético en la edificación.
  • Intervención en el mercado para favorecer los canales cortos de comercialización y el consumo de productos locales. Reducción del consumo de productos de larga distancia.
El informe IRENA (Agencia Internacional para la Energía Renovable) "Rethinking Energy" ofrece dos datos que deberían hacer pensar y actuar con rapidez a cualquier gobernante andaluz: los costes de instalación de la energía fotovoltaica se han reducido a la mitad desde 2010, mientras que los costes de la eólica se han reducido un 25%. Además, cada MW instalado de energía renovable crea un empleo anual (el triple que las energías no renovables). China, Estados Unidos y Alemania se han lanzado a la carrera de construir una gran red de centrales fotovoltaicas. Justo en el momento en el que Rajoy les ha subido los impuestos para desincentivar su construcción ¿Dónde está Andalucía en todo esto? No está porque no hay política energética propia en Andalucía.

Con tiempos de recuperación del capital invertido que oscilan entre los 5 y los 8 años, no hay excusa para eludir la inversión pública en este sector. Según una primera aproximación, meramente cualitativa, un plan de inversiones públicas que dedicara 1.000 millones de Euros (el 3% del presupuesto andaluz) durante los próximos 10 años, permitiría instalar 5.000 MW de potencia, creando otros tantos puestos de trabajo y, sobre todo, compensando en un 10% el déficit energético andaluz y la dependencia del exterior, evitando la salida de Andalucía de más de 1.000 Millones de Euros anuales.

Un plan andaluz de soberanía energética mejoraría nuestra calidad ambiental, crearía empleo, reduciría la dependencia del exterior y mejoraría la economía andaluza en su conjunto. Sólo falta voluntad política. Máxime, considerando los factores climáticos y geográficos que hacen de Andalucía un emplazamiento privilegiado para las renovables.

El mundo se ha lanzado ya a la revolución de la energía renovable. En 2013, las inversiones en nuevas instalaciones energéticas renovables superaron por primera vez a las nuevas instalaciones no renovables. Mientras tanto, nuestro modelo energético sigue anclado en el pasado. No permitamos que Andalucía pierda (también) este tren.

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